Es el primer libro de cuentos para adultos de Zary Alleyne (1970), tras diversas exitosas incursiones en el relato infantil. Contrario a lo que podría pensarse, este sonoro término manejado como título, con la amplitud con que lo hace esta escritora, rebasa por completo la noción de las implicaciones de los cuentos de hadas, fantasías encerradas en su propia magia cristalina como en los viejos tiempos; historias aquellas que nos contaban o leíamos de niños. Estos otros encantamientos se las traen. Porque nacen del subconsciente, de pasados febriles, de temores que la vida materializa como un destino ineludible. Todo lo cual para poder resultar verosímil entraña la construcción de personajes y ambientes capaces de generar disfunciones anímicas creíbles y vueltas de tuerca que a menudo rebasan la voluntad. Y por supuesto, mediante el manejo de un lenguaje pulcro y decidor sin necesariamente ser explícito. En un cuento “estrujante” como La fría mesa de metal –según se explica en su prólogo–, siendo el eje de la narración el binomio culpa-sufrimiento, la mujer que lo vive es un ser como hay muchos en la vida real, complejo y no obstante singular: “La buena literatura demuestra una y otra vez que un personaje bien construido puede ser al mismo tiempo un prototipo y una interesante singularidad. Pero hay que hacerlo desde adentro, desde las entrañas”. A varios de los cuentos de este libro los atraviesa una vena de misterio y a veces de acontecer fantástico lindante con lo esotérico, lo tortuoso imprevisible, incluso a ratos lo maligno y por tanto el horror. En Zary Alleyne este tipo de difícil ficción cumple la sagrada meta encomendada desde la más remota literatura universal: parecer real, serlo.
Enrique Jaramillo Levi
Texto publicado en La Estrella, Literatura panameña, una vitrina de talento y preservación cultural, abril 2022.