
Duende Martinico en el grabado “Duendecillos” de los Caprichos de Francisco de Goya.
El duende es una figura universal y mucho se oye hablar de ellos. Se dice que se llevan a los niños sin bautizar en un abrir y cerrar de ojos. Según la creencia de la gente en los pueblos y comarcas, los duendes son malos espíritus, unos enanos que tienen los pies al revés, andan vestidos de rojo y caminan en fila india, siempre en grupos de cinco. También se les describe con orejas largas, de piel verdosa. Se caracterizan en antiguas culturas como seres elementales y cuidadores de la naturaleza y los bosques. Poseen un espíritu bromista y malicioso. Se les conocen también como gnomos, trasgos, leprechaun irlandés, tomte sueco y poltergeist alemán. Se les describe como seres traviesos, astutos, de agilidad prodigiosa, burlones y de inteligencia superior. Aparentemente, con sus actos y hechos sencillos, son inofensivos.
Se les mencionan en los cuentos para niños, en obras de William Shakerspeare como Macbeth, en el Fausto de Goethe, y en los cuentos de Hans Christian Andersen. Pero la figura del duende, al igual que la figura de la bruja, fue evolucionando hasta convertirse en un ser demoniaco. Lo vemos en el caso de las novelas Extraña Simiente, Cuento Infantil de T.M. Wright y Cuentos de Hadas de Raymond E. Feist que se desprenden del duende bondadoso para mostrar un lado más terrorífico. También tenemos la evocación de los duendes en el cine, tales como Leprechaun (1993), conocida como El duende maldito en Latinoamérica, una película de terror con toques de humor dirigida por Mark Jones.
En Panamá la figura del duende se mantiene en la categoría de las leyendas urbanas, de los cuentos interioranos. En La saga panameña, un tema inquietante de Dora P. De Zárate[1] nos habla sobre los diferentes aspectos del duende. El dientico, que es una figura de un niño que puede hablar muy bien, rubio y de piel muy blanca (en otras culturas, parece un niño adulto, horrible y envejecido). Sin embargo, en Coclé dicen que es un niño negrito de pelo largo. Solo se les aparece para asustar a los fiesteros solitarios. También puede ser un ente que se transforma en tus amigos o conocidos, como también en animales, árboles, frutas. En diferentes culturas se muestra la figura del duende como un ser extremadamente limpio, incluso te indican ser asqueroso cuando se te aparece para ahuyentarlo. Por supuesto, todo esto es nada más un resumen representativo, pero la realidad es que la figura del duende ha evolucionado demasiado a través del tiempo, tanto que es casi imposible seguirle el paso descriptivo. También lo vemos representado en El retablo de los duendes y Bosque escondido de Eduardo Lince.
En la revista Panamá te cuenta hubo una sección a cargo de Wendy Tribaldos llamada selección de narraciones y leyendas panameñas; El duende del río[2], narrado por Horacio Pérez de Las Tablas, que cuenta una historia que le narró su abuelo paterno acerca de un duende. Comienza con un niño llorando porque está perdido, una persona le presta ayuda para llevarlo a dónde su mamá, el niño le pide que voltee y al hacerlo termina encontrándose con una figura atroz.
Manuel Paz [3] también habla sobre los duendes en su cuento, Destronconando al duende, en esta historia su figura es casi demoniaca, físicamente detestable y aterrador.
En El retablo de los duendes de Gil Blas Tejeira[4] narra la historia de un niño llamado Miguelito que se encuentra con un grupo de duendes con los que hace un trato. Ellos le darán tres juguetes a cambio de que puedan hacer su propio pesebre el 24 de diciembre en su casa. Miguelito pronto se convierte en un niño extraño y solitario hasta que llega el día esperado. Pues se despierta, junto a sus hermanos, para ver el pesebre de los duendes. Es inmenso, iluminado, pero el niño Jesús fue reemplazado por un horrible niño, una especie de macho cabrío. Las figuras empiezan a moverse. En este relato se hace énfasis en la figura demoniaca del duende que exclusivamente se les aparece a los niños.
La figura de los niños en las historias de terror siempre me han parecido un tema inquietante, más que cualquier otro monstruo. Tal vez se deba a su inocencia, a esa sensación extraña de saber que un mal se enerve en ellos.
Los duendes son seres mágicos según su cultura, por supuesto, pero no dejan de ser inquietantes.
[1] Zárate D. (1986) La saga panameña, un tema inquietante. Panamá: Editorial Mariano Arosemena.
[2] Tribaldos W. (2012) Selección de narraciones y leyendas panameñas. El duende del río. Panamá: Panamá te cuenta.
[3] Paz, M. (2020) Destronconando al duende. La Prensa. Recuperado de: https://www.laestrella.com.pa/cafe-estrella/cuentosypoesia/201017/destronconando-duende
[4] Tejeira Blas G. (1973) El retablo de los duendes. Panamá: Ediciones Librería Cultural Panameña.